jueves, noviembre 30, 2006

Ángulos de tiro

[Foto: Alejandro Ballesteros]









Ángulos de tiro

una idea larvaria

un escorpión

abrazándote el tobillo

mirando la arena rica en sol

avara en orgullo

un bucanero que mira

y recuerda el mar

recuerda el mar y mira

sus juguetes

y sus gestos

de madera


Una niña que marcha sobre la arena bronceada

asechada por el taladro alado de un jején inaudito


Una idea larvaria

un mito increíble

ese de imaginar

que existe un lugar al que llamaN

.....................................Aavachiste

.....................................Donde el amor de verdad

.....................................Amor existe

Las cosas son eternas

......El hijo del Quetzal toca las trompetas

......Sostenidas sobre la noche


Leves tiritan relámpagos de estrellas

Oscuras las bestias alucinan alas

..........................................piedras pulidas por el viento


El azar hunde clavos.. Que la luna escupe

brota amor del mar... Un recuerdo rojo

la luz se quiebra y recrEa a la serpiente



.................Pálida panga que la mar cruza

.................Amaranto tendido hacia tus labios

Formas que la Realidad propone

..Realidades quE la forma crea

..................Cacerola patas arriba sobre la rama de un árbol

..................Esperanzas en silencio que un Yoreme escucha


Se advienen las jaranas

alrededor del fuego

se oye el monologo del idealista hermoso

el arte como flecha parte la tarde

todas las ilusiones en una mirada se funden


Y si bien es cierto que

nada es lo que parece

y lo que parece nada es

damos por dado

que todos miramos desde un sitio

que todos nuestros miedos habitan

un lugar preciso

¡Disparemos!

pues

desde nuestro ángulo de tiro


Que los tenábares trótenlo todo

-¡que suenen!-

que el Huizache convide movimiento

-que hable-

la centella inmóvil de la hoja quieta

porque todos los versos

se reúnen en un solo verbo

todos tenemos que darle algo al viento

Y sólo hay de verdad un amor

que reverdece de verdad

y de verdad reverdece

durante toda la sal del mar

y toda la humedad del día


Aunque me vean sin ti

y me digan el abandonado

y no crean que esto lo escribí

con la pluma de otro poeta

al amparo de la luz nocturna

fuego eterno

de la libertad

con la que solo miro luna

lunes, noviembre 27, 2006

Hoy irrumpimos en el silencio

A galope trepidante
a catástrofe erguida
a explosión rotunda.

Con júbilo pleno,
con certidumbre entera,
con la convicción precisa.

¡Que estalle!
Que lo escuche
el noema más recóndito
el ánimo más agnóstico.

Que penetre,
que se hunda
en esta tierra.

Que se entere
desde el múrice
más deprimido
hasta el mandatario
más inepto.

Que se atisben
los sórdidos augurios…

Que lo oigan,
:sí, ustedes:
que lo canten
que lo sepan

¿es que nunca
lo han sentido?

Está minúscula
partícula perdida
en el universo,

este planeta,
esta luz que tiembla
junto a los astros.

La tierra, toda ella,
en su oblicuidad
más plena
como en sus
ocasos más ateos,

está enferma,
está herida.

Y mientras
rebanamos
los redomas
en medias lunas
o estiramos la mano
para abordar un pesero,
que transporte el azar
baldío del periplo rutinario
de nuestros días,

una mácula engreída,
un oprobio pletórico
embebe a diario la vida.

Dos veces por semana
y en cada medio tiempo
de algún espectáculo
deportivo,
el tumbo de la violencia
sacude a un humano,
para nosotros distante
para nosotros extraño;
anónimo que conoceremos
al otro día en el periódico,
en forma de costo democrático.

No puede pasar un instante
sin que la tierra sea absorbida
por las sombras más espurias
por el brío belicoso
de la ambición
más perenne;

por el delirio
alambicado,
por las locuras
aplaudidas,
heredadas
y aprendidas;

espejismos enseñados
por papá gobierno,
ilusiones vacías
que los empresarios
-en su avidez-
llaman progreso.

Porque mientras
nos llenamos los ojos
con ficciones asmáticas
con telediarios estridentes
o con entretenimientos humorísticos;

esta luz que es mi casa,
tirita y se revuelve con el pánico
al invierno atómico,
se entrevera con la voracidad
de la indiferencia;

y la pobre tan impoluta,
tan viva, tan mortal como
nosotros, pero no
tan mortífera,
se sofoca
se asfixia.

Que otros callen,
yo no puedo.

Yo con cada hoja desprendida caigo,
en todas las tumbas está mi entierro;
si un ave emprende el vuelo yo también
siento el vértigo reverberante del viento.

Y quiero decirlo quedito
y también recio.

Si callamos
¿Qué somos?
sino simples mudos mundanos.

Y si caemos en el intento
de decir lo que pensamos
¿qué le hacemos?
Nacimos vivos
pero venimos
de estar muertos;

y esto es duro,
lo sé,
duro como el cemento.
Saber que no podemos
pasar un día entero
sin contribuir con el deterioro
sin derrumbar un árbol,
sin amedrentar a las madreselvas,
sin encender un cigarrillo
y utilizar la playa como cenicero;
sin abrir el grifo y ducharnos libres
de toda culpa,

¿de dónde vienen nuestros edificios
sino de las entrañas de esta tierra?

Compañero, compadre, hermano,
prójimo próximo y lejano;
a este tiempo se le acaba la cuerda,
a esta tierra se la devoran
los miasmas más insanos,
es deconstruir el mundo
o salir volando;
es imprescindible erguirnos
ante la adversidad
y sacudir a los advenedizos.

Nos llamaran nefelibatas tercos
pero nosotros sabremos
que somos necios necesarios;
y que el destino,
es un hilo que pende
del andamio de nuestros manos.

Que otros callen,
nosotros no podemos,
no sabemos, por eso
hoy interrumpimos el silencio.


MANIFIESTO DE LA REVISTA LLAVERO*



Sueño común

A veces pasa que estoy soñando
sueño que sueño y estoy soñando
en ese lugar no hay miseria
todos los días es mejor la vida

Nada tiene precio tampoco prisa
Estoy placido tranquilo cantando
aquí la revolución y los necios
no hacen falta ya no son necesarios

En once kilómetros a la redonda
no se ven prestamistas ni banqueros
se transpira una quietud honda

A diario hay guateques y festejos
en el aire la alegría ronda
Es un sueño que todos soñamos

Poenímios Transversos

[I]
Los advenedizos poseen
una adustez adunia
y risa de tren


[II]
Una mujer es delirio
brío y frío
lo contrario también


[III]
Entre el lecho
y el hecho
hay mil sueños de distancia

[IV]
Detrás del himen
y del limen
hay un mundo de espasmos

[V]
El ego y el lego
son tan ineptos
como necesarios

Epístola octava

Amor, si en mis cartas no te hablo
de las férreas ansias con las que
mis manos suplican tu cuerpo
no es, amor, porque de amor
no me esté muriendo,

¿De qué te servirían esas palabras?
¿para qué saber tanta rabia?
para qué saborear la baba del diablo
que durante la madrugada
al oído me susurra
delirios y fantasmas;

y me unta melancolía
al oeste de mis sienes;
y me siembra abismos macabros
al ecuador de mi cansancio.

Mis letras breves.

Tan simples,
tan sinceras;
son eco sordo
en tu latitud etérea,
incapaces de proliferar
la algarabía ultravioleta;
y la inquietud impía
que sobre mi abdomen
se yergue como un monumento
en honor a tu ausencia.

Por si fuera poca la bastedad
de mi oquedad oscura

A razón de qué, este pobre poeta
podría reclamar tu cintura,
ese vertiginoso vigor
que tiene tu vientre,
ese devaneo de tempestades
que aún hace temblar mi carne.

A razón de qué,
sino de este corazón que arde
de estas fuerzas que furiosas
fulguran; y estoicas esperan
el día en que han de abrazarte.

Pero amor,
no te sientas abandonada,
no te llenes de tristes islas,
no empañes la esmeralda
asombrosa de tus ojos;
no son los designios
los que tienen la culpa,
son mis torpes manos,
mis palabras tartamudas
que impotentes, no te pueden
acercar ni un beso ni una caricia.

Amor,
yo sé
que el ánimo
de tu entusiasmo
lo reclama esta tierra;
y que la pugna de tu lucha
es recoger ese lamento.

Amor, esa batalla
también es la mía,
es la necesidad
de perforar las tinieblas
con balas de paz,
para entreabrir
nuevos umbrales
y derribar falacias.

Cómo verás amor,
lo que de ti adoro
es tu cuerpo y tu
condición etérea,
es la travesía verde
de tus pupilas,
es el sincope inefable
de tu cóccix sacro,
es la sutil superficie
almibarada de tu vientre,
y el lento candor rojo
de tus labios,

Amor mío, son tus manos
y son tus actos, son tus pasos
de dulce augurio,
pero sobre todas las cosas amor,
es el horizonte hacia el cual volamos
juntos.

Nocturno de luz

Trepa
sorda
la sombra
por la noche

sube
ciega
y torpe
por el muro

es
amor,
mi amor oscuro
buscándote por el mundo

Amar el mar

Amar el mar y tu danzante cuerpo
líquido vigoroso de las olas
que rompen todo el día a todas
horas en la punta de mi reflejo

Sumar al mar entero tu recuerdo
sumar al mar etéreo tu devaneo
sumar al mar eterno tu espectro
su marea y tu color de océano

Amor yo amo el mar y el cielo
el cielo despejado de espejos
alto cielo en celo indómito

halito en brío y colérico
amor yo amo el mar y el cielo
pero amor yo amo más tu cuerpo

Silueta

No eres tú quien me gusta,
son tus márgenes;
el espasmo que provoca
tu estremecedor tacto,

lo que me resulta atractivo de ti,
son sólo tus extremos.
Lo solaz de recorrer tu perímetro
-centímetro a centímetro-
con el estertor de mi aliento,
con el sincope de mi ánimo.

¡Hay días en que sólo adoro!
¡Ay, días en que solo azoro!

No es nada de ti
sublime ignominia,
de ti no es nada
Vida, vida mía;
sólo tu silueta,
solo tu contorno.

Reclamo tercero

No me pidas que conserve la calma,
que tranquilo mantenga el talante,
que ignore a la pachamama
que tu miras lejos de mi carne,

no me pidas que conserve la calma,
que eluda las horas y la nostalgia
que complacido quede con tu ausencia;
que con cápsulas de nicotina y
petardos de alquitrán evada la vida.

Mientras tú, la pasas chévere
y te muestras campechana,
con capuchas exuberantes,
rodeada de guacamayas y de mirlos.

Y yo aquí, imaginándote
con tus pies de jilote
andando por el Cuzco,
retratando cimbras bajo el nimbo,
alebrijes fulgurosos
con barbas prolíficas
junto a mujeres voluptuosas
con mazorcas como báculos
entre los pechos enfáticos,
y el Sol que se yergue como
Un
Dios
¡Único!

No me pidas que me esté tranquilo, si sé
que bajo las alturas del Machu-Picchu , te pierdes
entre carnavales mitológicos y prados verdinales;
y luego andas entusiasta sobre los adoquines
que sostienen las catedrales;

en tanto yo,
me hundo en viscosos esputos,
en hidropesías pletóricas,
y me quedo como dromedario
extraviado en el sotavento;
usufructuando el olor a cadáver
de los conventos,
y me lleno de bubas emplastadas
y de sádicos augurios,
de féretros como pronósticos
y de hipocondrías gelatinosas
por las que se me adhiere el naufragio
de los hospitales,
los estertores de las avenidas
y la parálisis de los monumentos.

En escasos siete días, he acopiado
entero el hastío de los semáforos,
y me he atestado de remozamientos estériles,
de salvajes fatigas, de escarceos angustiosos;
y no quedar sino absorto ante el tedio del ruido.

Y entre tanta desgracia que me ataca,
y las ganas de tu cuerpo contra el mío;
me puedes pedir cualquier cosa,
menos que conserve la calma… dulce amor mío.