Hoy irrumpimos en el silencio
A galope trepidante
a catástrofe erguida
a explosión rotunda.
Con júbilo pleno,
con certidumbre entera,
con la convicción precisa.
¡Que estalle!
Que lo escuche
el noema más recóndito
el ánimo más agnóstico.
Que penetre,
que se hunda
en esta tierra.
Que se entere
desde el múrice
más deprimido
hasta el mandatario
más inepto.
Que se atisben
los sórdidos augurios…
Que lo oigan,
:sí, ustedes:
que lo canten
que lo sepan
¿es que nunca
lo han sentido?
Está minúscula
partícula perdida
en el universo,
este planeta,
esta luz que tiembla
junto a los astros.
La tierra, toda ella,
en su oblicuidad
más plena
como en sus
ocasos más ateos,
está enferma,
está herida.
Y mientras
rebanamos
los redomas
en medias lunas
o estiramos la mano
para abordar un pesero,
que transporte el azar
baldío del periplo rutinario
de nuestros días,
una mácula engreída,
un oprobio pletórico
embebe a diario la vida.
Dos veces por semana
y en cada medio tiempo
de algún espectáculo
deportivo,
el tumbo de la violencia
sacude a un humano,
para nosotros distante
para nosotros extraño;
anónimo que conoceremos
al otro día en el periódico,
en forma de costo democrático.
No puede pasar un instante
sin que la tierra sea absorbida
por las sombras más espurias
por el brío belicoso
de la ambición
más perenne;
por el delirio
alambicado,
por las locuras
aplaudidas,
heredadas
y aprendidas;
espejismos enseñados
por papá gobierno,
ilusiones vacías
que los empresarios
-en su avidez-
llaman progreso.
Porque mientras
nos llenamos los ojos
con ficciones asmáticas
con telediarios estridentes
o con entretenimientos humorísticos;
esta luz que es mi casa,
tirita y se revuelve con el pánico
al invierno atómico,
se entrevera con la voracidad
de la indiferencia;
y la pobre tan impoluta,
tan viva, tan mortal como
nosotros, pero no
tan mortífera,
se sofoca
se asfixia.
Que otros callen,
yo no puedo.
Yo con cada hoja desprendida caigo,
en todas las tumbas está mi entierro;
si un ave emprende el vuelo yo también
siento el vértigo reverberante del viento.
Y quiero decirlo quedito
y también recio.
Si callamos
¿Qué somos?
sino simples mudos mundanos.
Y si caemos en el intento
de decir lo que pensamos
¿qué le hacemos?
Nacimos vivos
pero venimos
de estar muertos;
y esto es duro,
lo sé,
duro como el cemento.
Saber que no podemos
pasar un día entero
sin contribuir con el deterioro
sin derrumbar un árbol,
sin amedrentar a las madreselvas,
sin encender un cigarrillo
y utilizar la playa como cenicero;
sin abrir el grifo y ducharnos libres
de toda culpa,
¿de dónde vienen nuestros edificios
sino de las entrañas de esta tierra?
Compañero, compadre, hermano,
prójimo próximo y lejano;
a este tiempo se le acaba la cuerda,
a esta tierra se la devoran
los miasmas más insanos,
es deconstruir el mundo
o salir volando;
es imprescindible erguirnos
ante la adversidad
y sacudir a los advenedizos.
Nos llamaran nefelibatas tercos
pero nosotros sabremos
que somos necios necesarios;
y que el destino,
es un hilo que pende
del andamio de nuestros manos.
Que otros callen,
nosotros no podemos,
no sabemos, por eso
hoy interrumpimos el silencio.
a catástrofe erguida
a explosión rotunda.
Con júbilo pleno,
con certidumbre entera,
con la convicción precisa.
¡Que estalle!
Que lo escuche
el noema más recóndito
el ánimo más agnóstico.
Que penetre,
que se hunda
en esta tierra.
Que se entere
desde el múrice
más deprimido
hasta el mandatario
más inepto.
Que se atisben
los sórdidos augurios…
Que lo oigan,
:sí, ustedes:
que lo canten
que lo sepan
¿es que nunca
lo han sentido?
Está minúscula
partícula perdida
en el universo,
este planeta,
esta luz que tiembla
junto a los astros.
La tierra, toda ella,
en su oblicuidad
más plena
como en sus
ocasos más ateos,
está enferma,
está herida.
Y mientras
rebanamos
los redomas
en medias lunas
o estiramos la mano
para abordar un pesero,
que transporte el azar
baldío del periplo rutinario
de nuestros días,
una mácula engreída,
un oprobio pletórico
embebe a diario la vida.
Dos veces por semana
y en cada medio tiempo
de algún espectáculo
deportivo,
el tumbo de la violencia
sacude a un humano,
para nosotros distante
para nosotros extraño;
anónimo que conoceremos
al otro día en el periódico,
en forma de costo democrático.
No puede pasar un instante
sin que la tierra sea absorbida
por las sombras más espurias
por el brío belicoso
de la ambición
más perenne;
por el delirio
alambicado,
por las locuras
aplaudidas,
heredadas
y aprendidas;
espejismos enseñados
por papá gobierno,
ilusiones vacías
que los empresarios
-en su avidez-
llaman progreso.
Porque mientras
nos llenamos los ojos
con ficciones asmáticas
con telediarios estridentes
o con entretenimientos humorísticos;
esta luz que es mi casa,
tirita y se revuelve con el pánico
al invierno atómico,
se entrevera con la voracidad
de la indiferencia;
y la pobre tan impoluta,
tan viva, tan mortal como
nosotros, pero no
tan mortífera,
se sofoca
se asfixia.
Que otros callen,
yo no puedo.
Yo con cada hoja desprendida caigo,
en todas las tumbas está mi entierro;
si un ave emprende el vuelo yo también
siento el vértigo reverberante del viento.
Y quiero decirlo quedito
y también recio.
Si callamos
¿Qué somos?
sino simples mudos mundanos.
Y si caemos en el intento
de decir lo que pensamos
¿qué le hacemos?
Nacimos vivos
pero venimos
de estar muertos;
y esto es duro,
lo sé,
duro como el cemento.
Saber que no podemos
pasar un día entero
sin contribuir con el deterioro
sin derrumbar un árbol,
sin amedrentar a las madreselvas,
sin encender un cigarrillo
y utilizar la playa como cenicero;
sin abrir el grifo y ducharnos libres
de toda culpa,
¿de dónde vienen nuestros edificios
sino de las entrañas de esta tierra?
Compañero, compadre, hermano,
prójimo próximo y lejano;
a este tiempo se le acaba la cuerda,
a esta tierra se la devoran
los miasmas más insanos,
es deconstruir el mundo
o salir volando;
es imprescindible erguirnos
ante la adversidad
y sacudir a los advenedizos.
Nos llamaran nefelibatas tercos
pero nosotros sabremos
que somos necios necesarios;
y que el destino,
es un hilo que pende
del andamio de nuestros manos.
Que otros callen,
nosotros no podemos,
no sabemos, por eso
hoy interrumpimos el silencio.
MANIFIESTO DE LA REVISTA LLAVERO*
2 Comments:
Este poema es excelente y lo tengo que decir: apocaliptico. Mmm, pero me enamore del de Almas vacias. Como no lo encontre aqui te pido de favor lo publiques, se lo quiero dedicar a alguien ;).
Ahh por cierto soy de la UVM Hispano. Tu idiologia es inmejorable.
Kissus* Arashistar
El día que haya ideologías inmejorables, el mundo dejará de tener remedio. *Nota del Autor. Kién. ¿Kién es el responsable? Sino un anónimo impresindible
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